Los resultados de la proyección esperada de producción para el periodo 2018 – 2029 de Cochilco han permitido determinar que, a fines del periodo 2018-2029, la producción esperada nacional de cobre fino, tanto en cátodos SxEw como contenido en concentrados, podría crecer un 28,3% comparada con la producción cuprífera alcanzada en 2017, para llegar a las 7,06 millones de toneladas de cobre fino. El peak productivo en el caso esperado sería alcanzable en el año 2025, con 7,25 millones de toneladas. Este perfil productivo está basado en los estados de certidumbre de los proyectos mineros catastrados, y por ende, considera retrasos y problemas productivos propios de un proyecto minero, pero no considera factores como huelgas u otros retrasos en las iniciativas.
Destaca el decaimiento productivo observado de las operaciones actuales, que se calcula sea de un 19%, llegando a las 4,46 millones de toneladas, donde los proyectos de reposición/expansión no logran impactar en el perfil productivo, debido al cierre de operaciones actuales, sobre todo aquellas asociadas a líneas hidrometalúrgicas que cada vez serán menos en la matriz productiva del país. Por esto, se espera que el crecimiento productivo del país solo será posible si se logran materializar todas aquellas iniciativas nuevas de la cartera inversional, las que aportarían un crecimiento con respecto a 2017 de 28,31% hacia 2029, alcanzando las esperadas 7,06 millones de toneladas de cobre fino.
La relación entre la minería subterránea y la minería rajo abierto se mantendrá estable durante el próximo decenio, tal cual como se ha mantenido en los últimos ocho años, donde esta última ha tenido participaciones entre 86,6% (2011) a 88,6% (2013). Para los próximos años se observa un mínimo de participación de la minería a rajo de 88,2% hacia el año 2022 y un máximo de participación de 89,4% el 2018, esto último debido al cierre de algunas operaciones de minería subterránea, como también a que los grandes proyectos considerados en la cartera actual son solo reemplazo productivo de operaciones actuales, sin generar aportes significativos al perfil de producción.
La producción hidrometalúrgica pasaría de una participación de 28,8% de la producción total en 2017 a 11,6% hacia 2029, mientras que la producción de concentrados pasa de una participación del 71,2% al 88,4% en el mismo periodo, sin cambios sustanciales en líneas productivas de FURE. Si la producción esperada de cobre fino en cátodos SxEw disminuye en un 48,3% hacia el 2029 con respecto a la producción del año 2017, a una tasa de decrecimiento anual de un 4,94%, la producción esperada de cobre fino contenida en concentrados aumentaría desde las 3,92 millones de toneladas de cobre fino en 2017 hasta 6,24 millones de toneladas de cobre fino en concentrados en 2029, un aumento de un 59,3% en el periodo analizado, a una tasa de crecimiento anual de 3,65%.
En el caso de la producción de concentrados, lo interesante a revisar es que este incremento no necesariamente se traduciría en aumento de producción de FURE en nuestro país, por el contrario, la producción de concentrados sin refinar en nuestro país irá aumentando desde el 64,5% actual (2017) de participación en la producción total de concentrados a un 74,1% hacia 2029, pasando de exportar alrededor de 2,5 millones de toneladas cobre fino en concentrados, en torno a las 9,27 millones de toneladas métricas secas de concentrados, a alrededor de 4,6 millones de toneladas de cobre fino hacia 2029, aproximadamente 16,6 millones de toneladas métricas secas de concentrados.
En el análisis regional, a pesar de que la región de Antofagasta sigue siendo la más importante región productora de cobre del país, su aumento porcentual es levemente superior al aumento de producción esperado para el país, destacándose como la región con más aumento Atacama, con un crecimiento de un 69%, en segundo lugar Tarapacá con 33% de crecimiento, Antofagasta en tercer lugar con 30%, y la región Metropolitana y Coquimbo con 25% cada una compartiendo el cuarto lugar